LA BIBLIA EN LA FAMILIA

Cuando visito algunas casas, me muestran Biblias empastadas en cuero, con cantos dorados. Bellísimas ediciones! Pero, al hojear esas Biblias, me doy cuenta de que sus páginas están nítidas; no se nota que alguien la haya usado mucho. La Biblia no es para que luzca en una casa como una maceta más, como un mueble. La Biblia es para "manosearse" a diario. Nuestra Biblia debe estar manchada de sudor, subrayada. Para eso es la Biblia: para abrirla constantemente.

San Pablo escribió: " Que la Palabra de Dios habite en ustedes con toda su riqueza" (Col 3, 16). La Sagrada Escritura debe ser ese tesoro, no escondido, sino descubierto que nos ha facinado, que es "lámpara para nuestros pies" Sal 119.

Así como todos los días estamos pendientes de la radio, de la televisión, debemos también estar pendientes de las "últimas noticias" que Dios tiene para nuestra familia cada día. Cuando Pablo afirma que la Palabra debe HABITAR en nosotros, nos está señalando que la Biblia debe ser un "habitante" en nuestra casa. No puede faltar. Un habitante no es alguien mudo, arrinconado, sino  una persona que tiene parte activa en la vida de la familia. La Biblia es Dios que habita en nuestra casa y nos habla y nos dirige. Toma parte activa en nuestra vida de hogar.

La Santa Biblia, Antiguo Y Nuevo Testamento De los primeros cristianos se cuenta que en tiempo de persecución tenían que esconder la Biblia para no ser descubiertos y llevados al circo romano para ser martirizados. En la actualidad, muchos tienen "escondida" su Biblia, no por ser buenos cristianos que no quieren perder su tesoro, sino por ser cristianos mediocres que no se han encontrado con el "tesoro escondido" de la Biblia.

El lugar para la Biblia

En el Antiguo Testamento se consigna la orden de Dios para el Padre de familia; le mandaba: " Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las respetarás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas" (Dt 6, 6-9). Aquí un bello programa para difundir el mensaje bíblico en la propia casa. El padre, la madre, ante todo, deben ya tener en su corazón la Palabra de Dios. Deben vivirla. Sólo en esa forma tendrán gozo y eficacia para compartirla con sus hijos.

Muy sabio eso de repetir las Palabras bíblicas ya sea en casa o de camino. A los hijos hay que acostumbrarlos a ver todas las cosas como signos de Dios, como señales de su plan de amor. Nada mejor que la Biblia para orientar a la familia en este sentido. Algo que llama la atención, en Jerusalén, es ver a muchos Judíos que todavía conservan al pie de la letra el mandato del Señor de llevar una cajita sobre la frente con frases bíblicas; las llaman filacterias. Otros colocan la cajita sobre los hombros. No hay como la familia para iniciar a los niños en la Palabra de Dios, para que oyendo a sus padres, vayan aprendiendo versículos clave de la Biblia. Les quedarán grabados en sus corazones; les servirán en todo momento.

En el pueblo Judío había una costumbre fabulosa; durante la cena pascual, el niño más pequeño debía  hacer una pregunta: " Papá, por qué estamos haciendo esto? " El padre de familia aprovechaba la pregunta para hacer una catequesis acerca de la historia de la salvación. En nuestros tiempos, los padres de familia, lastimosamente, han perdido su papel de sacerdotes en el hogar. Las casas han sido invadidas por el secularismo por el paganismo. Algunos padres tienen "vergüenza" de hablar de las cosas de Dios en su propia casa. No hay mejor lugar que la familia para que papá y mamá introduzcan a sus hijos en el conosimiento de la Palabra de Dios. Se puede aprovechar algún momento de la jornada para que todos en la familia oren juntos; por supuesto, en la oración de la familia no puede faltar la lectura de la Biblia acompañada de un breve comentario hecho por el papá o por la mamá. Qué de raro hay en esto? Sin embargo, para muchas familias es algo totalmente desconocido.

El Concilio Vaticano ll ha ecentuado el papel de los papás como "los primeros educadores de la fe de sus hijos".  Dice la carta a los romanos: " La fe viene como resultado de oir la Palabra de Dios"(Rm 10, 17). No se puede educar a los hijos en la fe, sin la Palabra de Dios en la mano.

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