EL BUEN SAMARITANO EN EL HOGAR

La palabra amor esta muy devaluada en nuestra sociedad. En las canciones de moda se identifica amor con pasion, con el egoismo del que no logra controlar sus malas inclinaciones. Entre los novios, cuando se hablan de amor, lo hacen al estilo de las telenovelas; los novios se guardan mucho de identificar amor con sacrificio, con renuncia, con paciencia.

Un doctor de la ley quiso deleitarse en elucubrar acerca del concepto "amor al projimo". Jesus no simpatizaba con teorias, que evaden los problemas; lo paro en seco y le narro la impoctante parabola del buen samaritano. En la parabola se hace refencia al duro corazon de un sacerdote y de un levita (un seminarista), que por llegar temprano al templo, no atienden a un hombre que esta herido a la vera del camino. En la parabola resalta la "compasion" del samaritano que, al ver a aquel hombre sangrando, siente la urgencia de bajarse de su cabalgura y prestarle los primeros auxilios: echa aceite y vino en sus heridas, y lo lleva a un meson y paga para que lo atiendan.

Todos hemos sido golpeados, en una u otra forma, por el mal del mundo que se nos acerca y nos maltrata. Cada hogar es un pequeno hospital, en donde todos sufrimos por nuestras respectivas heridas: traumas que venimos arrastrando, neurosis, depresiones, soledad, frustracion. El hogar cristiano deberia distinguirse por ser un centro de "buenos samaritanos", en donde, unos a otros, nos proporcionamos los cuidados necesarios para curarnos mutuamente las heridas. Lastimosamente, en muchos hogares, en lugar de curar las heridas, se agravan y se aumentan.

Tanto el sacerdote como el levita eran eminentemente "religiosos". Eran gente de iglesia. Todos sus ritos, sus ceremonias y oraciones no les sirvieron para que sus corazones pudieran tener "compasion" ante el que se encontraba en necesidad. Su religion era falsa.

Si las practicas de piedad no nos llevan a tener "compasion", amor demostrado en el momento de la necesidad, nuestra religion es "opio" para adormecernos; es pantalla para esconder nuestra verdadera realidad: creernos buenos, cuando en realidad somos malos.

Santiago lo habia entendido asi cuando escribia: "La religion pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: ayudar a los huerfanos y a las viudas en sus afflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo" (St 1, 27).

San Juan tambien se muestra un autentico discipulo de Jesus en cuanto a lo que debe ser la religion, cuando escribe: "Si alguno ve que su hermano nesecita ayuda, pero no se le da, Como puede tener amor de Dios en su corazon?" (Jn 3, 17).

Si en nuestro hogar, nuestra "religion" no logra que se ensanche nuestro corazon para convertirnos en agentes de consuelo, de perdon, de servicio, de comprension, entonces esa religion es pura paja que el viento se encargara de llevarse arrastrada por el suelo.

El sacerdote y el levita en la parabola le dieron mas importancia al reloj, al tiempo, que a aquel individuo ensangrentado que con sus sordos gemidos imploraba auxilio. Ellos pasaron de largo porque se les hacia tarde; podian perderse la ceremonia.

En nuestros hogares es muy comun que nadie tenga tiempo para nadie. El padre adivina una pena quinceanera en su hijo o hija; sabe que debe dialogar con ellos; pero prefiere el periodico o la charla con los amigos. La madre esta sumamente afanada en miles de cosas; le da mas importancia a la conclusion de sus faenas domesticas que a la "frustracion" del marido, que se lee en su frente. El esposo ve que la mama ya no puede mas con ella misma; podria decirle una palabrita de aliento; pero lo domina la urgencia de ver el programa de television. El hijo capta que sus padres tienen problemas. Podria hacer algo. Pero prefiere encerrarse en su cuarto y poner a todo volumen su musica de onda. Asi se olvida todo. Nadie tiene tiempo para el otro. Se pasa de largo ante el dolor ajeno, del que vive en nuestra misma casa.

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